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martes, 18 de junio de 2013

Hace bien sugerir el mal

A pesar de lo que pudiera pensarse en un primer momento, El último exorcismo 2 (The Last Exorcism Part II, EUA, 2013), de Ed Gass-Donnelly, no es una película por completo despreciable.
Digo eso por lo que pueda argumentar el público incapaz de tomar en serio la posibilidad de que cosas como las que se relatan en esta película (una posesión satánica, un poder sobrenatural…), efectivamente puedan ocurrir. Nada más hay que leer el título en voz alta: ¿cómo que es el último y a la vez el segundo?
O bien, ¿de dónde viene el temor que este tipo de películas infunde? Acaso buena parte del público, incluso quienes se definen pomposamente como “agnósticos”, guarda un poco (o un mucho) de miedo en su corazón.
Pues que la gente piense lo que quiera porque aquí no tenemos tiempo para la psicología. Nosotros, como es obvio, partimos del hecho de que el demonio que le hace la vida imposible a la joven Nell (Ashley Bell) no es otra cosa que una fantasía. Entonces, ¿por qué defendemos un trozo, aunque sea pequeño, de El último exorcismo 2? Por lo que sigue.
Esta secuela da inicio justo después de los eventos de la primera parte, donde, como se sabe, se relata el fallido intento de exorcismo que un ministro protestante intenta llevar a cabo para liberar a la poseída Nell. Vemos la cámara abandonada, con la cual se habría grabado el contenido de la primera parte, El último exorcismo (2010), de Daniel Stamm.
El atractivo comienza desde una de sus primeras escenas, cuando una pareja que vive sola descubre que hay un extraño en su cama. ¿De quién se trata? La escena resume la estrategia de la película: sugerir, ocultar el significado de las cosas hasta el último momento.
Luego de esa escena, vemos a la joven Nell, quien trata de reintegrarse en la sociedad, la Nueva Orleans actual. A instancias de alguna institución mental, ha decidido que el diablo no existe y que lo que ocurrió fue solo una figuración. Su caso no es teológico sino policiaco: ella es víctima de la crueldad de un culto. Es recibida en una casa para menores y consigue un trabajo como doncella en un hotel. La joven, antes aislada en una cabaña del interior de Luisiana, ahora descubre la civilización. Hasta existe la posibilidad de un romance. 
Sin embargo, así como en aquella escena de la pareja, que sabe que hay alguien extraño en su casa (o algo), la película también se distingue por su mesura, su delectación por ir mostrando poco a poco que hay una amenaza, que bien puede ser psicológica. Hay sombras, visiones, voces que se escuchan en la radio, llamadas telefónicas obscenas, una voz que habla en “nosotros” en un jardín. 
Es decir, lo mejor de la película es el escarceo con lo equívoco antes que con lo fantástico, con el mero delirio de una mujer maltratada antes que con el supuesto hecho de la posesión satánica, simple vulgaridad.
Y esa locura de la joven, ese entregarse a la anomalía de ser poseída, toma un cariz cada vez más erótico, como si la perdición tuviera que ser necesariamente sensual. Para perderse hay que entregarse, parece decir la película, al fin y al cabo propia de un país puritano.
A estas alturas, digamos la primera hora de la película, lo que más tememos no es que aparezca algún demonio, sino que el director eche a perder esa ambigüedad que describimos. ¿Está loca Nell? Más bien, ¿qué tan loca está? Parece que mucho, pero al final resulta que no, que es una víctima, ya sabemos de quién.
Y sí: los seguidores del cine satanista más vulgar (El exorcista, Insidious) estarán contentos: la muchacha no está enferma sino poseída, como dejaba más o menos claro el final de la primera parte de lo que parece, al menos, será una trilogía.
Así, a pesar de que todo se consume en un aquelarre rutinario a ritmo de una pieza de rock, El último exorcismo 2 cuenta con el trabajo de un elenco encabezado por la joven Bell y su variedad de expresiones, que van de la indiferencia al miedo y la complicidad con el mal. ¿O la otra actriz, Julia Garner, y su personaje cruel? También notable.
El peor de los ridículos hay que apuntárselo a los exorcistas, un grupo de incompetentes que, en la escena culmen (la que da título al filme), trata de arreglar el problema con una gallina.  
[Publicado originalmente en el periódico mexicano Primera Plana, el viernes 14 de junio de 2013]


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