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sábado, 8 de septiembre de 2012

Monstruoso sentido de la vida

He aquí una película superada por las expectativas que despierta, Prometeo (Prometheus, EUA| Reino Unido), de Ridley Scott. Eso entre el público, al parecer cada vez más escaso, que considera Alien, el octavo pasajero (1979), como una película indispensable. Hay otros, en cambio, que nunca la han visto pero acaso saben de sus excrecencias, como el delirio de Alien vs Depredador.
Alien, ya se sabe, tiene tres secuelas, centradas en Ripley, el sufrido personaje de Sigourney Weaver, quien a lo largo de varias décadas tiene que enfrentarse con una criatura extraterrestre muy mortífera, el xenomorfo, a estas alturas incorporado por completo en la cultura popular.   
Los extraterrestres, se supone, nos visitaron hace millones de años para crear la vida en nuestro planeta y en el año 2093 un grupo de investigadores llega en una nave, la Prometheus del título, hasta el planeta donde tendrán lugar los acontecimientos de la película original.
El espectador iniciado obtendrá datos acerca del origen del temible xenomorfo. El neófito podrá disfrutar de una película que es técnicamente muy meritoria (con una escena gore muy gráfica) y un elenco de lujo, pero cuyas deficiencias narrativas están a la vista.
Hace un par de ediciones comentamos que Batman: El Caballero de la Noche Asciende, es una película espectacular que a veces hace ostentación de su inverosimilitud. Prometeo, en cambio, disimula sus defectos, que provienen de la falta de inteligencia de sus personajes, la mayoría de ellos reputados científicos, para mayor problema, como lo ha explicado con claridad el crítico James Wallestein en su blog Dimensión fantástica.
Sin embargo, paradójicamente, esa es una de las cosas que al final pueden reivindicarse de la cinta y aquí el espectador que valora el suspenso hará bien en dejar de leer. Nos explicamos: Elizabeth Shaw (Noomi Rapace, la hacker sueca de la serie Millennium, como siempre estupenda) y su novio Charlie (Logan Marshall-Green), se dedican a investigar las reliquias que probarían la llegada de los extraterrestres-ancestros a la Tierra.
Así que llegan al planeta de los aliens como dos niños en situación de calle ilusionados con la idea de conocer a sus verdaderos padres. Sin embargo, como es de esperarse, la aventura se convierte en una pesadilla de reptiles violadores, calamares asesinos y viscosidades varias. Lo que al principio parece una peregrinación en busca de luz deviene encuentro brutal con una inteligencia tan superior como arbitraria y violenta. Algo así como si a los vegetarianos se los comiera un tomate.
En ese sentido, la película deja de ser ingenua para convertirse en una lección para científicos empapados de confusa teología, creacionismo y alianza de civilizaciones, lo que va en demérito de los juicios de aquellos críticos (Wallestein, por ejemplo) que insisten en que la envoltura de pretensiones filosóficas de la cinta es vacua, porque al final Prometeo no pasaría de ser un delirio de violencia gráfica. Se equivocan: tiene un lado crítico muy cruel contra los científicos jipis.
Eso no debe confundirse con la típica historia en la línea de Frankenstein: el científico que se cree dios y desafía el mito de la naturaleza. Los científicos de Prometeo, en cambio, confunden la ciencia con sus ansias de armonía con lo trascendente y viajan más de dos años por el espacio porque quieren saber el sentido de la vida. Y así les va.
Otra cosa es que, como decíamos al principio, la película apueste por embonar a la perfección con sus predecesoras, cosa que no ocurre, de ahí la decepción que puede causar en ciertos sectores, los más frikis, quienes ya deberían estar acostumbrados a las traiciones del guionista Damon Lindelof, creador de la caprichosa Perdidos. No obstante, al final sí se resuelven ciertos misterios, como el porqué de la existencia de los xenomorfos. 
Ridley Scott es un director cuyo trabajo siempre es atractivo, con todo y sus fallas. Prometeo no es la excepción  y gracias al desempeño de sus actores logra consolidar nuevos iconos en la serie: el androide David, interpretado por MichaelFassbender, o la mencionada Rapace, quien sabe darle naturalidad a su intervención incluso en las escenas más absurdas. 

 




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