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sábado, 15 de septiembre de 2012

Guerra secreta, tiempo de paz

Cleanskin (Reino Unido, 2012), de Hadi Hajaig, es una película acerca de la guerra santa, la yihad islámica, que en este caso se manifiesta por medio de atentados terroristas que los personajes musulmanes de la ficción dirigen contra el gobierno británico.
“Cleanskin” es una palabra que se usó en el contexto de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres para referirse a los terroristas sin antecedentes que participaron en ellos, como pudo leerse en aquel entonces en el periódico inglés The Guardian (ver “British suicide bombers carried out London attacks, say police”, edición del 13 de julio de 2005).   
Así, el filme que comentamos cuenta la historia de un “cleanskin”, Ash (Abhin Galeya) joven universitario inglés de origen musulmán quien es reclutado por el imán Nabil (Peter Polycarpou) para hacerle la guerra a los infieles, en este caso la sociedad londinense de principios del XXI.
Para detener al joven Ash y a sus cómplices está Ewan (Sean Bean), agente secreto del gobierno británico que está dispuesto a todo para detener a los terroristas: “Amo a mi país. He matado por él y moriré por él”, dice con determinación. Lo que Ewan quiere hacer con los terroristas no podría estar más claro: “Voy a encontrar a cada uno de ellos y les daré la muerte que piden en sus plegarias”.  
Como puede verse, en Cleanskin no es buen momento para hablar de multiculturalismo y alianza de civilizaciones. En cambio, semejante tensión entre contrarios tiene varias consecuencias, entre ellas abundantes escenas de acción entre el implacable Ewan y sus adversarios.
El tratamiento de la historia, sin embargo, no se limita a las aventuras policiacas del agente Ewan, sino que además nos enteramos (por medio de flashbacks) del pasado de Ash, aguerrido estudiante de derecho que luego habrá de convertirse en terrorista.
Ash, entonces, deja de ser un mero objetivo y el espectador tiene la oportunidad de conocerlo un poco más. Sabemos de sus problemas sentimentales con una joven inglesa ajena al islam, atropellada relación amorosa que, como es obvio, se complica por las creencias religiosas del joven y la moral mucho más relajada de la chica. La película parece decirnos que la fatalidad del islam, tal y como lo asume el joven, no es precisamente compatible con la vida de cualquier estudiante en una sociedad pretendidamente laica. 
Cleanskin desvela, de esa forma, la existencia de una guerra secreta en tiempos que la mayoría llama pacíficos, cuando el islam además se reivindica como revolución de la “sociedad civil” en la llamada primavera árabe. Una película que parece disonante ahora que acaba de terminar la gesta olímpica de Londres, precisamente, el encuentro armonista por antonomasia. 
En el pasado, la figura del mártir fue dibujada con precisión en películas como El paraíso ahora (Paradise now), de 2005, distinguida con el Globo de Oro para la mejor película extranjera. Y si bien en Cleanskin no hay esa profundización en las motivaciones del terrorista no se puede afirmar que Ash sea una simple caricatura. Estamos ante uno de los personajes más patéticos que pueden verse en los thrillers recientes de este tipo, lejos de la corrección política de otros filmes acerca del terrorismo como Contra el enemigo (The Siege, 1998), de Edward Zwick o Traitor (2008) de Jeffrey Nachmanoff.
No es fácil abordar el islam en un mundo como el actual, donde la crítica libertaria se esfuerza siempre que puede en denunciar al catolicismo, pero siempre tiene reservas ante otro tipo de confesiones. De ahí que una película sin relativismos como Cleanskin esté condenada a ser señalada por su violencia y su falta de apelación aldiálogo.
La clave para nosotros radica en acentuar que no estamos solo ante un thriller: Cleanskin es una película de guerra y por lo tanto sobre la continuación de la política por otros medios, igual que político es el problema que se atreve a presentar con tanta crudeza.

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