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sábado, 12 de noviembre de 2011

El virus destruye la ciudad

Contagio (Contagion, EUA| Emiratos Árabes Unidos, 2011), del norteamericano Steven Soderbergh, cuenta la historia de la pandemia provocada por el surgimiento de un nuevo virus, capaz de provocar la muerte en días. Como no se dispone de la vacuna en poco tiempo se eleva la mortandad en todo el orbe. Así, conocemos las vidas de diversos personajes, afectados por la enfermedad y los esfuerzos del gobierno de los Estados Unidos para tratar de encontrar una cura.
El 6 y 7 de octubre se presentó en el Festival de Sitges, dedicado al cine fantástico y de terror, esta película de Soderberg, quien hace ya varios años, en 1989, debutó en otro festival, el de Cannes, con Sexo, mentiras y video (1989), ganadora de la Palma de Oro. Como se sabe, desde entonces este director ha tenido una de las evoluciones más radicales de la industria, además con notable éxito: de ser el realizador de una película de bajo presupuesto, muchos diálogos y actores poco conocidos (es decir, de cine independiente, como se dice) pasó a convertirse en el responsable de cintas como La gran estafa y secuelas, proyecto con estrellas como George Clooney y Brad Pitt en el elenco. Lo mismo pasa en Contagio, plagada de rostros famosos, aunque de acuerdo con los preceptos del cine de autor Soderbergh repite con Matt Damon, que ya había actuado para él antes.
Soderbergh es tan polifacético que sus trabajos pueden abordar los problemas del narcotráfico en México (Traffic), adaptar una novela de ciencia ficción (Solaris), o bien hacer un recuento biográfico de un icono de la revolución cubana (Che, el argentino). Contagio no hace sino confirmar lo anterior y rehuir el encasillamiento, ahora por medio de un filme apocalíptico y muy actual, como se sabe en el mundo posterior a la enfermedad de las vacas locas, el virus AH1N1  y la gripe aviar.
Así, inscrita, si se quiere, en el cine de terror (lo decimos por su programación en un festival dedicado a ese y otros géneros), la película empieza por desmarcarse de la tendencia actual y se aleja de cualquier referente sobrenatural, como la variante zombi, ahora tan en boga.
En Contagio no hay zombis originados por la radiación de un satélite, como en el clásico de George Romero La noche de los muertos vivientes. Recientemente hablamos en estas páginas de El planeta de los simios-(R)evolución, donde también hay un peligroso virus. Los “infectados” de Exterminio (28 days) eran las víctimas de un virus liberado accidentalmente por un grupo animalista, pero Contagio está mucho más cerca de Epidemia (Outbreak, 1995), de Wolfgang Petersen, estrenada durante el auge en los medios del virus del ébola.
Además, en Contagio hay mucha más atención a los personajes y sus problemas familiares, sobre todo en el caso de Damon y su hija adolescente, en medio de un romance en plena epidemia. En ese sentido, Contagio rescata para el drama una historia de sobrevivencia que se había vuelto exclusiva del cine de terror al uso.
Sin embargo, creemos que la insistencia de Soderbergh en mostrar ciudades enormes, en las cuales el virus se antoja casi imposible de detectar, se debe a que se pone el énfasis en la ciudad como plataforma estatal por excelencia. “Los chinos no negocian con terroristas”, dice uno de los personajes, cuando se enfatiza que la nacionalidad de las personas y su clase social juegan un papel muy importante en el acceso a medicamentos. Lo anterior ocurre en un mundo falsamente posmoderno, donde se vende la ideología de un ciudadano globalizado que puede prescindir de estructuras estatales y de fronteras, como se escucha en la retórica de múltiples “indignados”. O bien, otro mito: la sociedad de la información en la era de la emergencia del Internet, que en la película tiene a un difusor de rumores como “profeta”.   
Más que explotar de forma oportunista la paranoia del cinéfilo, Soderbergh ha filmado, con su habitual solvencia, un alarde técnico acerca de la destrucción de las ciudades, todas en permanente conflicto.


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