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lunes, 3 de octubre de 2011

Mutantes de la Guerra fría



Los personajes de historieta se mantienen como una de las apuestas de la industria cinematográfica para obtener grandes beneficios en una taquilla que otras opciones de entretenimiento ponen cada vez más en entredicho. De ahí que lo primordial sea el espectáculo, construido especialmente para ser apreciado en la pantalla grande. Muestra de ello es el estreno de X-Men: Primera generación (X-Men: First Class, EUA, 2011), del director inglés Matthew Vaughn, el mismo de Kick-Ass: Un superhéroe sin súper poderes
Como se sabe, Los Hombres X fueron construidos por el ubicuo Stan Lee y el dibujante Jack Kirby en los años sesentas. El cómic cuenta lo que ocurre cuando comienzan a aparecer mutantes, seres humanos que han desarrollado súper poderes como la telepatía, y la telequinesis, o bien otros como la fuerza sobrehumana, la invisibilidad o la capacidad para volar. Como era de esperarse, la irrupción de estas personas con “capacidades especiales”, digamos, provoca tanto fascinación como horror, esto último a veces por meros prejuicios, otras veces por razones más justificadas: porque si bien hay mutantes inofensivos y nobles otros son muy agresivos, cuando no peligrosos psicópatas.
En ese contexto surge un líder armonista, el Profesor X, Charles Xavier, quien comienza a reclutar mutantes para educarlos en una escuela especial de la cual es fundador: su objetivo es integrarlos a la sociedad. Al mismo tiempo un viejo amigo del anterior, Magneto, ahora convertido en su enemigo, piensa de una forma harto distinta: los mutantes son superiores a los humanos comunes, así que con ellos no cabe la convivencia sino sólo someterlos.
En base a lo anterior han aparecido toneladas de comics, videojuegos, series de animación para la TV y varias películas, que cuentan el enfrentamiento entre ambos bandos: Bryan Singer se encargó, con tino, de dirigir las dos primeras partes, en 2000 y 2003; en 2006 se estrenó X-Men: La Batalla Final. También hay dos películas complementarias: una de ellas es X-Men Orígenes: Wolverine, dedicada al famoso personaje del título, Logan, alias Wolverine, en la cual se nos cuenta su origen. La otra película es esta que ahora comentamos, X-Men: Primera generación, que viene a ser una precuela, es decir, nos cuenta el origen de la amistad y posterior rompimiento entre Xavier y Magneto.
Así, el espectador que no sea un iniciado en las historietas o en las películas que han inspirado está ante una disyuntiva: puede invertir su valioso tiempo en ver las películas que se han mencionado que preceden a X-Men: Primera generación. Si hace eso le aseguramos que podrá disfrutar de varios chistes o guiños que se hacen exclusivamente para quienes conocen el material. O bien, puede aprovechar y empezar la historia por el principio y, si le parece interesante, continuar.
X-Men: Primera generación está ambientada en los años sesentas, en 1962 para ser exactos. Un super villano, Bernard Shaw (Kevin Bacon), intenta provocar una hecatombe nuclear, mientras Xavier (James McAvoy) y Magneto (Michael Fassbender), que en aquel entonces eran amigos, no se olvide), intentan detenerlo. El primero por las buenas, porque es pacifista, como hemos dicho; el segundo porque quiere vengarse por una vieja afrenta.
La película es poseedora de todas las virtudes que busca el aficionado de las películas de superhéroes: tiene escenas de acción, así como la consabida mezcla de ciencia ficción y fantasía, solventada por cuidados efectos especiales. O bien, la presencia de mujeres de belleza espectacular en el papel de heroínas (o villanas). Y conste que decimos “el aficionado” y no “el fanático”, porque este último por lo general es un purista como los personajes de La teoría del Big Bang, quien erróneamente cree que el cine está sólo para concretar sus obsesiones. Así que, decíamos, quien guste de este tipo de cine no se sentirá defraudado.
Ahora, el problema, nos parece, es la candidez con la cual está filmada esta película. No sólo está ambientada en plena Guerra fría, sino que además se sitúa desde esa perspectiva. Así, el espectador tiene que soportar que se señale a los soviéticos como aliados de los villanos, mientras que los héroes son aliados de la CIA. Un maniqueísmo de historieta, dirán algunos. No necesariamente, porque otros personajes, como Batman, por ejemplo,con frecuencia muestran las contradicciones de la política.
Alguien podrá decir que el cine no tiene por qué reflejar la realidad y sólo contar una historia con verosimilitud. Pues esta es precisamente la que queda comprometida cuando se adopta la visión propagandística de los EUA. No se puede hacer una película sobre la Guerra fría como si todo lo que ha pasado desde entonces simplemente no hubiera tenido lugar. Lo mejor: las actuaciones de Fassbender y McAvoy. 

 

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